Vivimos tiempos complejos. Claro, no es la primera vez que nos pasa a los seres humanos a lo largo de nuestra existencia, ni tampoco será la última. Lo que si es cierto es que siempre lo hemos superado y esa es la única razón por la que hoy seguimos estando aquí.
Cuando hablo de la complejidad de estos momentos no me refiero a una situación de guerra, que también complica la situación, sino a los cambios que estamos viviendo de forma tan acelerada en aspectos económicos, sociales, tecnológicos, sanitarios e incluso espirituales.
En cuanto al trabajo se refiere, uno de los aspectos que siempre nos preocupa es el futuro y concretamente “nuestro futuro”.
Especialmente en nuestro entorno europeo la deuda de los países ha crecido sustancialmente en los últimos años muchísimo. Nuestra esperanza de vida va alargándose cada año. Algunos dicen que cada diez años la esperanza de vida aumenta un año. No tenéis más que contar cuántas décadas habéis vivido y veréis cuando nacisteis a la edad que morían las personas en aquel tiempo. Hay un descenso de la natalidad importante en la mayoría de los países occidentales y eso nos hace ver que los costes de nuestros sistemas sanitarios irán incrementándose también a lo largo de la próxima década de forma sustancial.
Hay una buena razón para ello, la alta tasa de natalidad que tuvieron los “boomers” son los que ahora comienzan a tener ya edades en las que los requerimientos que tiene la salud van aumentando.
En definitiva, tenemos una buena combinación de factores para preguntarnos cómo nuestros sistemas de pensiones van a poder hacerse cargo de tantos costes y para tanto tiempo (veinte años o más de media sufragando pensiones y atendiendo costes de salud) con una población en edad de aportar cada vez menor.
Aunque hablar de que una solución para este problema es atrasar las jubilaciones, esta idea socialmente no es nada bien aceptada. Nadie quiere ni imaginar que mañana que vamos a jubilarnos nos planteen que vamos a tener que seguir trabajando. Así que esta solución puede tener pocos visos de ser factible.
Por tanto, parece que la única solución, que no es tan inmediata pero que se puede acelerar, sería conseguir que el trabajo sea la pasión de nuestros trabajadores. Algo que les mantenga ilusionados cada día, que estén deseando comenzar el día para poder acometer los retos diarios a resolver. Sería la única forma de que algunos más pudieran estar en disposición de seguir trabajando más allá de la edad de jubilación actual.
¿Y quién puede hacer mucho por esto?
Son las organizaciones, sus órganos de gobierno y dirección los que pueden conseguir que esto sea así.